sábado, 12 de diciembre de 2009

UNA HISTORIA DE PUEBLO.

EL POZO MALDITO. Aquilino Duque.
Todo el pueblo lo sabía, era una de las historias del lugar, no una leyenda urbana, era más bien una leyenda rural que todos creían. En la memoria viva más antigua de la aldea no se recordaba otra cosa que no fuera el miedo al número ocho de la calle Dulcinea, el lugar exacto de una vieja casa, una de las más antiguas de todo el pueblo, construida como se construían entonces, con un amplio portalón que daba acceso a un patio cuadrado y empedrado, adornado con arriates para las plantas en los lados y un pozo de agua fresca en el centro.
El pozo del número ocho de la calle Dulcinea era muy similar al de otras casas del pueblo, con el brocal de piedra y un viejo cubo de latón colgado a la garrucha por una desgastada cuerda que está pidiendo un último esfuerzo para romperse. El empedrado del patio salpicado de malas hierbas aprovechando el abandono de la casa, las paredes del pozo cubiertas de musgo, prosperando en la humedad y la sombra del patio.
Todo el pueblo lo recuerda, allí vivía una buena familia hace muchos años, él un militar de renombre, ella una dama de la capital, y con ellos dos pequeños de tres y cuatro años que hacían las delicias de los vecinos, todo el mundo lo recuerda, era una de las mejores familias del pueblo hasta que una noche el pozo se los llevó, una noche de invierno de hace casi cien años el pozo atrajo a su brocal a toda la familia y los arrancó de este mundo para llevarlos a las entrañas de mal, al mismísimo infierno que era el fondo de este agujero de piedra, así lo cuentan, así ocurrió.
Pero las buenas gentes del pueblo no supieron todo esto hasta años más tarde, cuando en ese mismo patio desaparecieron una pareja de enamorados, dos novios que tenían que verse siempre a escondidas porque sus familias no aceptaban su relación, dos novios que una tarde al caer la noche se encontraron en el patio del número ocho de la calle Dulcinea y nunca más se supo de ellos. Los buscaron por todos sitios, más tiempo aún de lo que buscaron a la familia de Don Francisco, el militar, buscaron por toda la casa, por todas las casas, en el campo, incluso con ganchos dentro del pozo, pero nunca aparecieron, todos sabían ya que ese pozo estaba maldito, que emitía un extraño hechizo que hacia arrojarse dentro a quien allí se asomaba. Todos sabían que aquellos que caían en el pozo de la vieja casa nunca volvían a salir, desaparecían tragados por las entrañas del mal y de la tierra.
Cuentan los jóvenes del pueblo que a veces ellos se acercan a desafiar al miedo, en plena noche, siempre en grupos numerosos de chicos y chicas con la edad justa de bromear y de experimentar, con la edad de la conquista y de la irresponsabilidad. Cuentan que estando allí pueden escuchar lamentos que provienen del interior del pozo, que incluso entre las sombras de la casa han visto a veces moverse las figuras de dos niños pequeños, asegurando que nunca llegaron a atreverse a asomar la cabeza hacia el interior del brocal. Una cosa es estar allí viendo el pozo a la luz de la luna, escuchando el ruido del fondo o del cubo al moverse con la brisa, pero otra muy distinta era asomarse dentro, eso era una temeridad.
-¿A dónde vamos? –preguntó Elena a su novio mientras caminaban por la calle.
-Vamos a entrar a la casa del pozo –respondió él con una sonrisa.
-No cielo, me da miedo, esta anocheciendo.
-Si vamos anda, no tengas miedo –volvió a decir su novio–, no nos acercaremos al pozo y estaremos solos.
La llevó de la mano hasta llegar a la entrada de la vieja casa, la besó en los labios y abrió el portalón de entrada que hizo un ruido de mansión encantada. Entraron despacio mirando a todos lados, aún era de día, todo estaba en silencio y observaron con miedo el cilindro de piedra que formaba el pozo en el centro del patio.
-Tengo miedo cielo –dijo Elena con voz apagada.
-No pasa nada, todo lo que cuentan son leyendas –la tranquilizó su novio–, ven vamos a sentarnos en aquel banco.
-Dame la mano, me da mucho miedo estar aquí.
David agarró a su novia de la mano y se acercaron a sentarse en el viejo banco de madera que persistía en pie al paso del tiempo y la humedad. Se sentó él sobre la madera y ella sobre las piernas de él, abrazada a su novio y mirando a todos lados inquieta. David acariciaba su espalda para que se tranquilizara y lentamente comenzó a besarla, ambos comenzaron a besarse, dejándose llevar por el amor, ambos no se dieron cuenta de una sombra que se acercaba a ellos, sin hacer ruido, desde la parte más oscura de la vieja casa, dirigiéndose hacia ellos entre las columnas que sujetaban la segunda planta de la casa.
-¿Qué hacéis aquí? ¿Quién sois vosotros?
Los enamorados dieron un salto aterrorizados, dejando escapar ella un grito a pleno pulmón, él soltando una exclamación ininteligible de miedo, mirando sorprendidos al extraño que les acababa de hablar y que no escucharon llegar.
-¿Quién eres tú? –preguntó David envalentonándose y con miedo.
-Yo pregunté primero. No quería asustaros –dijo el extraño hombre que surgió de la nada.
-Somos del pueblo, estábamos dando una vuelta por aquí –respondió David sin saber muy bien que contestar– ¿Quién eres tú?
-Me llamo Francisco, soy el propietario de esta casa, he llegado esta tarde al pueblo.
-Pero si esta casa no tiene ningún dueño, la familia que vivía aquí se la tragó el pozo –dijo Elena con voz aún asustada.
-¿Que se la tragó el pozo? –Preguntó el extraño riéndose- ¿Cuando fue eso?, ¿Cómo ocurrió?
-Fue hace cien años o más, dicen que vivía aquí una familia y que una noche desaparecieron y no se volvió a saber más de ellos. Todos dicen que se los tragó el pozo –intentó explicar David-. Después unos novios también desaparecieron. El pozo esta maldito, en el pueblo algunos lo llaman el pozo del infierno.
-Así que el pozo del infierno –dijo Francisco pensando y con una media sonrisa.
-Sí, dicen que hay noches que puede atraer a las personas y tragárselas para siempre.
-¿Y no tenéis miedo entonces de venir aquí? –pregunto el dueño de la casa.
-Sí, pero a este le parecía emocionante –respondió Elena señalando a su novio con un gesto de la cara y un poco más tranquila.
-Os voy a contar algo, un secreto, pero tenéis que prometerme que nunca lo contareis a nadie –dijo en voz baja Francisco.
David y Elena se miraron extrañados por lo que ese hombre les decía, pero sonrieron como pensando que podía ser divertido escuchar y prometieron no contar a nadie lo que Francisco le revelara, por supuesto sin ningún pensamiento de cumplir la promesa.
-Bien. ¿Por dónde empezar? –se preguntó asimismo Francisco apoyándose en el brocal del pozo –Yo vivía en esta casa con mis padres y mi hermana, hace menos de cien años desde luego, en realidad fue hace unos cincuenta años, mi padre era militar y dicen que aquí en el pueblo era muy querido, aunque nunca volvimos.
-Pero todo el mundo pensó que se los tragó el pozo –dijo Elena.
-Pues como puedes ver no es así, este no es el pozo del infierno, eso solo son leyendas de pueblo, historias que las madres cuentan a sus niños para que se porten bien. En realidad –añadió Francisco– este pozo que tanto miedo os produce es un pozo de los deseos. Mi madre tenía a mi abuela enferma en la capital y deseando que se recuperara lanzó una moneda al pozo pidiendo ese deseo. En pocos días llegó una carta que anunciaba la mejoría de mi abuela y mi padre pidió otro destino que permitiera a mi madre cuidar mejor de la suya. Así que una tarde de invierno, me contó mi padre, cogimos nuestras cosas más queridas y nos marchamos a vivir a otro lugar. Solo eso, quizá nadie nos vio partir.
-¿Pero y los novios que desaparecieron? –preguntó David intrigado.
-Pues no sabría decirte –respondió divertido–. Quizá pidieron también un deseo al pozo y este se lo concedió, quizá se marcharon también para estar juntos y sin que nadie los viera.
-No me lo creo –dijo Elena– este pozo esta endemoniado, todo el pueblo lo sabe. ¿Por qué tendríamos que creerle? ¿Cómo sabemos que dice la verdad?
-Lanza una moneda dentro y pide tu mayor deseo.

2 comentarios:

  1. Genial, que imaginación a la hora de redactar un cuento. Aquilino tienes un don especial a la hora de hacer que las personas que entran en tu espacio se mojen. No podría ser de otra forma con las cosas que cuelgas. Gracias por compartir con nosotr@s tu inspiración.

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  2. Que imaginacion, se te da muy bien esto

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