lunes, 12 de octubre de 2009

EL HUECO DE MI ESCALERA.

Aquilino Duque Ramírez.

Tengo el mundo a mis pies. Lo observo por el hueco de la escalera desde la última planta, el sexto piso, la cúspide, el final, donde llegan muy pocos, donde yo he conseguido llegar para tener una visión clara de las cosas. Me gustaría decir que es una escalera de caracol, como en las películas, el hueco sería entonces un círculo con una barandilla en espiral, como un remolino en aguas turbulentas, un remolino que absorbe o expulsa personas según bajan o suben. Pero no es así, no es una escalera de caracol, el hueco de la escalera por el que observo el mundo es cuadrado, de una barandilla tubular y metálica, impersonal, fría, distante, con ángulos rectos que evitan deslizarse abajo y arriba sin parar, siempre se retiran las manos de esas esquinas, no tienen la continuidad del circulo, de la espiral.
Paso días y noches asomado al brocal del pozo que es esta escalera, mi escalera, observando, soñando, esperando, distraído, aburrido, pensando, brazos que ascienden, que descienden, alguien pegado al pasamanos, alguna cabeza sin pelo, el lateral de un cuerpo en un vestido de mujer, ropa con mangas, sin mangas, de colores que ni siquiera sabría definir; permanezco atento, escuchando algunas voces, palabras sueltas, escuchando murmullos, silencios, incluso algún llanto. Paso desapercibido, pocos miran arriba y advierten mi presencia, soy como un búho anónimo apostado en lo alto de un roble del bosque, viendo pasar la vida sin ser visto.
Intento discernir entre unos y otros, comprenderlos, conocerlos, el tiempo me ha enseñado a reconocer y apreciar los pequeños detalles, analizo a las personas por su modo de subir, de bajar, por sus ropas, por su pelo, por sus voces, me gusta conocer a quien hace este camino simplemente observando desde lo alto.
Esta mañana subía una pareja de no enamorados, ella subía detrás de él, sin ningún interés en caminar a su lado, ni de él en caminar con ella, se diría que están juntos porque no encontraron su verdadero amor, porque no supieron esperar; ambos llevan una alianza que les quema. Se cruzan con una madre en la segunda planta, preocupada, baja rápido, apoyándose, busca un teléfono y consuelo de alguien, si subiera hasta aquí yo mismo la ayudaría y hablaría con ella.
Algunos se saludan fríamente al cruzarse, otros ni se miran, unos pocos se abrazan, algunos se besan, todo el mundo debería abrazarse, al menos así lo percibo desde aquí. Deberíamos ser más cariñosos, deberíamos irradiar alegría a los demás, sin mentiras, con sinceridad, deberíamos dar lo que nos gustaría recibir.
Un niño baja corriendo, canturreando un idioma ajeno, saltando escalones de dos en dos, de tres en tres, apenas acaricia el tubo metálico que debería asegurar su bajada, apenas le importa, baja feliz, quiere salir fuera a jugar o a comprar golosinas. Un día de estos voy a encargar que me compren golosinas para guardarlas y dárselas a algún niño que suba por aquí, o mejor aún, se me ocurre ahora, compraré un saco de caramelos y cualquier día los lanzaré por el hueco de la escalera, como los reyes magos que veía de pequeño recorriendo la ciudad, repartiendo ilusión y caramelos en igual proporción.
Todos los días veo un brazo oculto bajo un traje, esposado a un reloj caro, un brazo que pierdo en la tercera planta, siempre he dicho que es alguien importante, aunque no para mí. De verlo a diario le conozco casi como al de mantenimiento, todo el día utilizando mis escaleras –bueno a este le conozco personalmente-, todo el día haciendo escalones, arriba y abajo, con su cinturón de herramientas –chulísimo por cierto-, con su bolígrafo y su lapicero en el bolsillo, siempre preocupado porque todo funcione correctamente.
Todos los días veo también subir a mi amor, la conozco solo con ver su brazo, da igual que lo lleve vestido o no, conozco su brazo desnudo y conozco su brazo con cualquier ropa que lleve puesta. Muchas veces se asoma y me lanza un beso que sube flotando como pompa de jabón que yo exploto con mis labios besando. Es una mujer increíble, un poco loca, ¿Quién no lo está?, le gusta jugar, le gusta amar y es amable, tiene miel en los ojos y seda en el pelo.
En el fondo del pozo tengo un amigo también, lleva uniforme azul y de vez en cuando se asoma mirando hacia arriba, me saluda con la mano y desaparece. Al principio cuando se asomaba no me saludaba, pero un día yo le hice un gesto con la mano –me gusta hacer amigos-, y él me devolvió el saludo, desde entonces siempre lo hacemos, es un buen amigo aunque no hablamos por la distancia que nos separa.
Algunos días veo también subir un brazo enfundado en una túnica negra, de manga ancha, sube casi levitando, se diría que no utiliza los escalones, sus dedos huesudos, una hoja metálica y afilada por encima de su cabeza enfundada en capucha, nunca mira arriba, siempre se desplaza rápido y con decisión, perdiéndose en una planta o en otra. Tampoco nunca llegó aquí, jamás vino a esta altura desde la que observo el mundo –al menos yo no le vi-, no le conozco por tanto y seguro que no tiene amigos ni conocidos aquí arriba.
Esto veo desde mi atalaya, desde la sexta planta de un lugar en el que me siento bien, donde están mis amigos, mis enemigos, mis conocidos y desconocidos, mi mundo, mi amor, mis recuerdos, mi olvido. Esto veo por el hueco de la escalera del hospital psiquiátrico de La Esperanza, mi cuadrado pozo de escaleras de barandilla metálica.

3 comentarios:

  1. Genial me ha encantado. Supongo ahora pues aún no lo sé, soy muy joven para eso, que al final la vida es buscar una buena atalaya desde donde mirarla, una sexta planta desde donde ser feliz y saborear lo que nos rodea. Mucho hay en que cuando te des cuenta, o simplemete cuando comienzas a vivir así no sea demasido tarde o hayas perdido ya mucho tiempo en llegar ahí...

    ResponderEliminar
  2. Un amigo me dijo “Como sé, que disfrutas de la lectura de cosas bonitas te envío esto…” y me añadió este enlace, descubriéndome así ese “hueco en tu escalera” que me ha parecido maravilloso, gracias por compartirlo…
    Ojala todos sepamos disfrutar de ese cuadrado pozo del psiquiátrico “La Esperanza”. Hoy me recordaste a seguir disfrutando de mi hueco de escalera y que el día a día no me haga olvidar el mirar arriba…porque, quien sabe, igual advierto esa presencia, que me había pasado desapercibida hasta el momento y que me saluda con la mano… Ea, doy un pasito más hacia esa sexta planta…
    Genial, de verdad.

    ResponderEliminar
  3. Podemos estar mirando al mundo desde una perspectiva y las personas pensar que estamos locos. A fin de cuentas ¿quien está cuerdo realmente? Es bonito estar loco

    ResponderEliminar

Puedes dejar aqui tu comentario.